El señor al final de la calle
No sé cómo empezar... tengo algo que contarte es una historia curiosa, la verdad ni yo mismo me creería si alguien me lo contara. Era uno de los primeros días del verano y yo estaba en busca de un trabajo para empezar a ahorrar y poderme ir a un miniviaje con mis amigos, veo a mi padre entrar y llego con una gran noticia: me había conseguido un nuevo trabajo. Era cuidando al vecino de la casa del final de la calle, su nombre era Diego tenía 82 años y era viudo hace un año o quizás un poco más. Por lo que me ha contado mi padre era cuidarlo y ayudarlo con sus cosas por el día ya que por la noche solía dormirse a las 20 horas.
--Matías, me ha dicho el señor Diego que podes pasar mañana a las 8am--dice mi padre mientras empieza a dejar las cosas que traía del supermercado, junto con el antiguo reloj que lo cuidaba bastante ya que se le había regalado mi abuelo antes de morir.
--Esta bien papá--le dije
La verdad es que estaba muy contento por esta noticia ya que por fin podría empezar a ahorrar. Decido irme a dormir temprano así al día siguiente me levantaba y desayunaba tranquilo antes de irme. De los nervios no podía dormirme, siempre me pasaba cuando tenía que levantarme temprano, mi cabeza siempre me hacía pensar cuando más necesitaba irme a dormir. Hasta que al fin me dormía, por suerte no me costó despertarme y tenía una hora para prepararme, comer algo e irme.
Decidí por ponerme algo cómodo y solo llevar mi celular conmigo, salí a la calle y había buen tiempo. En el vecindario circulaba poca gente, pero a lo lejos se veía un perro negro revisando la basura, debe ser que no tenía dueño, ya llegando a la casa del final de la calle en su jardín podían verse varias cosas, como plantas, flores, un sendero para llegar a la puerta, también había un árbol y un extraño y curioso enano de jardín. Toque el timbre...
--Hola, vos debes ser Matías el hijo de Andrés- dijo una señora que parecía amable a simple vista y parecía que rondaba por los 50 años-- yo soy Amelia, la hija de Diego, fui la que le dijo del trabajo a tu padre.
--Mucho gusto-- le dije
--Pasa, si quieres deja tu abrigo ahí en el perchero-- me dijo la señora mientras iba a donde supuse que era la cocina--, yo no vivo acá, pero algunas noches suelo quedarme, por eso necesito alguien que pueda ayudarlo durante el día y de paso le haga compañía.
--Si, si yo estoy dispuesto.
--Me vienes de maravilla, ahora te lo presento. Toma asiento. -- me dijo mientras guardaba un cuchillo que al parecer había recién lavado.
Me senté en uno de los sillones que había junto a la cocina mientras esperaba, en la casa podían verse muchos cuadros con fotos familiares, una tele frente a los sillones, la mesa del comedor con muchos papeles arriba de esta también podía verse la cocina y el pasillo por donde se había ido Amelia.
En ese instante entraba ella con su padre, el Señor Diego, el tenía el pelo blanco, era alto, llevaba un bastón, traía anteojos e iba vestido con un pijama color bordo o más bien marrón, no supe bien. Me levante cuando ya estuvieron casi al lado mío.
--Buenos días, Señor Diego, soy Matías-- le dije.
--Nada de "Señor" solo llámame, Diego, muchacho-- dijo sentándose parece en su sillón "especial".
--Esta bien Señor Diego, digo solo Diego-- dije algo nervioso aún.
--Amelia muéstrale un poco la casa, eso sí tengan cuidado de que hay un espejo rojo en el baño, de paso lleven algo para limpiarlo ya que ayer por la noche una ráfaga de viento parece que hizo que se cayera.
Todo iba normal a lo largo del recorrido cuando escuche un ruido, parecía que provenía del sótano, pero Amelia no nombro que haya uno. Parecía una voz que decía algo, pero no lograba de descifrar que.
--Todo está bien Matías? -- me pregunto Amelia.
--¿Si yo estoy bien, pero has oído ese ruido? es como una voz-- le dije mirando como para todos lados.
--Yo no escuche nada querido, sigamos quiero mostrarte el cuarto de mi padre
--Esta bien vamos- dije mirando de nuevo a todos lados para ver si volvía a oír la voz
Empecé a oler a su vez que empezaba a escuchar de nuevo la voz, como un olor a rancio, podrido, algo desagradable no sé muy bien como describir ese olor putrefacto. La habitación de Diego era grande en el medio se situaba una cama de 2 plazas con unas sabanas azul oscuro acompañado de un acolchado color a juego, tenía una mesa de luz con una lampara donde en esta se veía un libro y algunos medicamentos que supuse que son los que tomaba. Allí también en la habitación se veía una ventana con una vista al vecindario, eso si no podía verse mi casa creo que esta para el otro lado. El armario ocupada toda la pared izquierda al entrar y del lado derecho solo había un cuadro colgado y una mesa con algunos libros. Salimos de allí y volvimos donde habíamos dejado a Diego, que parece que se había quedo dormido, Amelia se acercó para despertarlo y hablarle.
--Papa, te dejo con Matías mañana nos vemos-- le dijo mientras le daba un beso en la mejilla.
--Esta bien hija-- le dijo Diego a Amelia
--Adiós Matías, cualquier cosa me llamas mi número está en un papel pegado en la heladera-- me dijo.
La tarde transcurrió bien, le di su almuerzo y luego decidió tomar una siesta. Yo por mi parte me quedé en el living mirando tele hasta que volvió a escucharse esa voz, así que decidí a investigar. Lo que no me esperaba es que esa voz y ese olor proviniera de un cuerpo, si un cuerpo como escuchaste. Y la voz no era más que un ratoncito haciendo ruido, el cuerpo tenía marcas no sé qué jeroglífico eran, lo único que hice fue sacarle una foto con mi celular y salir de allí mismo antes de que el señor despierte.
Cuando despertó Diego le ofrecí algo de merendar y ya cuando fueron las 20 horas me marché a mi casa. Le comenté a mi padre lo que había visto, trate de mostrarle la foto pero ya no estaba y lo último que recuerdo es que termine no yendo más y que quedándome sin viaje.
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